La firma

Cinco trazos negros sobre papel. Ejecutados con un gesto fluido que la práctica hace parecer casual. Resulta curioso, incluso un tanto chocante, que el ritual, insignificante en sí mismo, de estampar la firma de uno en ciertos papeles te cambie la vida. El gesto, ejecutado en solitario, en casa, sobre escritorio, convierte en algo físico y verificable lo que ya se había discutido y acordado días antes.

Dubai, 5 de abril de 2015. Charlando durante la comida del primer día del curso de revisión.

—¿Y andas muy ocupado con esto de la empresa?

—Algunos días más que otros. 

—Pero, ¿va bien la cosa? ¿Tenéis buenas perspectivas de futuro?

—No va tan bien como nos gustaría, pero las perspectivas parecen buenas. Y lo que no gano en dinero lo gano en diversión y en aprender a manejarme en saraos en que nunca antes me había metido.

—Ya…

—Aunque esta, los cursos, resulta la parte que más me entusiasma e inspira. Desearía poder hacer esto todo el año…

—Pues ahora puedes…

—¿Qué quieres decir?

—Que si quieres ahora puedes. Necesitamos un profesor en mi instituto para el curso que viene.

—Cuéntame más…

Dubai, 6 de abril de 2015.

—Le he hablado de ti a la vicerectora. Quiere que le mandes el currículum cuanto antes.

—¿Pasa algo si esperamos a que esté de vuelta en Copenhague? Aquí, estos día, no tengo mucho tiempo ni neuronas frescas para preparar algo decente.

—Sin problema. Al fin y al cabo, tienes las disculpa perfecta: andas ocupado haciendo lo que queremos que hagas.

Copenhague, 20 de abril de 2015, lunes: Un servidor se pasa medio día preparando un currículum y carta de presentación decentes. Y los manda. Martes 21: ¿Puedes mandarnos tus certificados académicos? Sin problema. Ahí te van. Miércoles 23: ¿Podrías venir para una entrevista el viernes 25 a las once y media? Sí, perfecto. Nos vemos el viernes. Birkerød, viernes 25: Entrevista con la vicerectora, el director del Departamento de Física y el de Matemáticas — la misma persona que me recomendó en Dubai — . Más que de ganar se trata de no perder. Copenhague, seis horas después: Te llamaba para decirte que, si aún tienes interés, nos encantaría contar contigo como profesor a partir del curso que viene.

Copenhague, 20 de mayo de 2015.

Tras ciertas burocracias, aclaraciones y correcciones, se ejecuta, con un gesto fluido que la práctica hace parecer casual, el ritual, insignificante en sí mismo, de estampar la firma de uno en la última página del contrato. Cinco trazos negros sobre papel.

Así, amiguitos, después de cinco años deambulando por la periferia del mercado laboral, cholleando aquí y allá, haciendo favores y metiéndose en saraos varios —algunos con mucho dinero y poco trabajo y viceversa para otros—, seis semanas antes de agotar el paro —¡Mandagüevos!—, un servidor consigue trabajo; mejor dicho, consigue sueldo, que trabajo ya tenía. Me van a pagar por una de mis actividades favoritas: dar la chapa, opinar y hacerme el listo. Empiezo el 1 de agosto. Profesor a tiempo completo de física y mates en el Bachillerato Internacional, en un instituto público. Hasta entonces, con permiso de las autoridades y del tiempo, voy a dedicarme a disfrutar del verano.


Imagen: Modificada a partir de Signature de Losinpun.

Antibiographía

Escribiendo, peleando y otras perversiones